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Teruel rinde homenaje al toro en su “fiesta de la vaquilla". Tres días de convivencia en peñas, con 400 actos para disfruta

Son días –y noches– de no parar, de vestirse de blanco y convivir en las peñas disfrutando con su actividad, de perseguir, delante o detrás, toros ensogados, de ayudar a subir a lo alto de la fuente del Torico para ponerle el pañuelo rojo al cuello, la Puesta del Pañuelico, como dicen aquí. Son días, también, de disfrutar de su rica gastronomía, de su excelente jamón y del imprescindible “regañao” producto propio de la ciudad, que consiste en masa de pan, con jamón o sardina con pimiento rojo en su interior que se cuece en el horno... y para terminar unos “Suspiros de amante”, un guiño a la otra gran fiesta de la ciudad dedicada a los amantes de Teruel, tartaleta de pasta brisa con almendra marcona del Bajo Aragón rellena de suave crema de queso dulce; todo regado con los recios vinos de Aragón –Calatayud, Cariñena, Campo de Borja, Matarraña, Maestrazgo, bajo Aragón...


No está mal, ¿verdad? Pues esto y más es lo que espera a quienes se animen a visitar Teruel y disfrutar de la fiesta tradicional de mayor arraigo en la ciudad, con la que se rinde homenaje a su patrono el Santo Ángel Custodio, pero que todo el mundo conoce como la Fiesta de la Vaquilla del Ángel o del Torico, aunque viene precedida de diez días de conciertos, exposiciones, teatro, danza, actividades deportivas, charangas, espectáculos callejeros y festejos de todo tipo para todos los públicos, mucha música y baile... En total más de 400 actos que de lo más variado. "Es un programa con muchas actividades para pasárselo bien y que están pensadas para que disfruten las personas de todas las edades –indica la activa y simpática alcaldesa de Teruel, Emma Buj– porque en la vida además de trabajar también hay que disfrutar".


No están claros los orígenes de esta fiesta que reúne cada año a más de 100.000 personas y siempre se celebra el segundo domingo después de San Pedro, o el más próximo a San Cristóbal en el mes de julio, desde el sábado al lunes. La leyenda de los orígenes de la ciudad se remonta al siglo XII. Durante la Reconquista llevada a cabo por el rey Alfonso II, cuando iban buscando un lugar para levantar un asentamiento, soltaron un toro que se detuvo justo debajo de una estrella. En este punto fue donde comenzó a levantarse la actual ciudad a la que se llamó Toruel en recuerdo de aquel toro. Antecedentes de la fiesta hay en abundancia porque en Teruel fue siempre normal correr los toros, pero lo que parece que está claro es que hunde sus raíces en época medieval y que ha ido transformándose a lo largo de la historia. Ya en vida del venerable Frances de Aranda (1356/1441) era costumbre llevar a la cárcel de la ciudad varios toros para que fueran capeados por los presos y muertos después para su consumo. Debido a la bravura de las reses eran transportados atados con dos fuertes cuerdas para impedir que se desmandaran. La gente que se encontraba en las calles, descubrió un aliciente emocional en la provocación a los astados por los lugares donde pasaban, amparados en la seguridad de las maromas. Cuando eso se extendió, los que los conducían aflojaban cuerda para que pudieran avanzar y asustar a la gente. Es posible que así naciera la Vaquilla del Ángel. En todo caso el paseo de los toros ensogados es uno de los actos principales de la fiesta, que fue declarada de Interés Turístico de Aragón en 2016 y aspira al reconocimiento de Interés Nacional.


Pero empecemos por el principio. Ya que la fiesta tiene cierto carácter religioso al estar dedicada al Santo Ángel, hay que comenzar el prólogo el sábado, con la Salve dedicada al Ángel Custodio en el salón de Plenos del Ayuntamiento. Luego hay una curiosa subasta de palcos para los espectáculos taurinos y para la merienda del domingo, que se sigue haciendo en pesetas. Pero el auténtico comienzo de los festejos tiene lugar por la tarde, a las 16:30 cuando se concentran las peñas vaquilleras frente al Ayuntamiento y la alcaldesa sale al balcón para proclamar: “¡Vaquilleros, la Vaquilla es vuestra!, que suene el campanico”, y lo hace una pequeña campana que se halla en el tejado del Ayuntamiento y que sólo suena en esta ocasión. A continuación, se entrega el pañuelo rojo al afortunado vaquillero que lo pondrá en el Torico, este año corresponde a la peña Los Marinos.


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Pañuelo para el Torico

Este es, sin duda, el acto más multitudinario y esperado por todos. Es el momento de máxima euforia colectiva, tras el que la plaza, en la que no cabe un alfiler, estalla de alegría. Los jóvenes de la peña que corresponde cada año forman una torre humana, al estilo de los “castells” que se forman en otros lugares, y uno de ellos trepa hasta el pequeño Torico en la cumbre de una columna de siete metros de altura, rodea su cuello con el típico pañuelico y recibe la ovación de los miles de personas que allí se han concentrado. La mayor parte de ellas viste el “uniforme” de las fiestas: pantalón y camiseta blancos, pañuelo y faja rojos. A partir de ahí comienzan tres días de charangas, conciertos y diversión que se prolongarán hasta que el cuerpo aguante. Son unos días en los que se respira un gran ambiente callejero, cuyos protagonistas indiscutibles son la música y las peñas. Turolenses y visitantes se echan a las calles y las peñas inician sus actividades tanto en sus locales, situados en diferentes calles y plazas de la ciudad y cuya entrada, a diferencia de en otros lugares, es libre para todos los visitantes, como por las calles con sus respectivas charangas. En los locales de las peñas se come, se bebe y se baila con las diferentes orquestas en una verbena interminable que llega hasta la madrugada.


La mañana del domingo es tranquila, pero por la tarde todos los peñistas y gran cantidad de turolenses y visitantes se concentran en la Plaza de Toros para conocer los cuatro toros que recorrerán las calles de Teruel el lunes y para celebrar la tradicional merienda. Son toros de lidia que se muestran para ver su bravura. Al finalizar la exhibición de estos toros se sueltan vaquillas para que los asistentes puedan divertirse, tanto los que saltan la ruedo como los que los miran desde las abarrotadas gradas. En la merienda no pueda faltar el estupendo jamón de Teruel y el popular “regañao” de jamón o de sardina y pimiento junto a otras delicias, que se riegan con abundantes bebidas. En este acto es cada vez más habitual que los asistentes a la plaza lo hagan disfrazados, lo cual le da un mayor colorido, si cabe, a la fiesta.


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Los divertidos ensogados

La larga noche del domingo se une a la madrugada del lunes siguiendo la fiesta de la vaquilla que se convierte en la exaltación del toro. Para reponer fuerzas en algunas peñas es tradición comer judías con morro hacia las 2 o 3 de la madrugada. Después, a las 5 de la mañana, se produce la espectacular salida del primer toro a la plaza. Y poco más tarde, uno a uno, los cuatro toros ensogados se trasladarán desde la Plaza de Toros hasta la Ronda, acompañados por cientos de corredores. Los toros de esta fiesta no van sueltos por la calle, sino amarrados por cuerdas que se conocen como la Soga y la Baga. Los toros llevan ya la soga puesta, anudada a la testuz. Es impresionante la salida del toro de los toriles con toda su fuerza y verle envestir a un muñeco de paja, en ese momento se le añade la baga que es otra cuerda que limita más los movimientos del toro. Hay un grupo de personas que son los encargados de realizar estas labores, son los miembros de la Soga y la Baga; personas que respetan y aman al toro y que lo dominan para evitar percances a los vaquilleros.


Entre ellos destacan el puntero y el zaguero: El puntero es el que más contacto tiene con el toro y es el encargado de dirigir su conducción, adivinando sus movimientos y vigilando al toro en todo momento. El zaguero se coloca el último, estando en consonancia con el puntero y vigilando la soga y la incorporación de espontáneos.


A la fiesta se pone fin con una gran traca, la recogida del pañuelo al Torico y las verbenas hasta que la noche acaba cuando ya despunta el sol del martes.


Por Enrique Sancho



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